Ahora que estás marchando y gritando: No King! No King! Déjame meter la cuchareta y buscarme más enemigos públicos. En cierto sentido, el presidente sí es un Rey.
Todo empezó con Polibio, un historiador griego de hace más de dos mil años (vivió del 200 a. C.-118 a. C). Hoy es casi desconocido: ha pasado de moda. A mí, por ejemplo, nunca me lo mencionaron en la universidad. Pero no siempre fue su estima tan baja.
Polibio elaboró una idea que ya está presente en la República de Platón, y en Aristóteles, a saber, la anakyklosis. Según esta teoría política hay tres tipos de gobierno: el gobierno por un solo, el gobierno por algunos, y el gobierno por la mayoría. Cada una de estas formas de gobierno tiene una variante buena y una mala: monarquía y tiranía, aristocracia y oligarquía, democracia y oclocracia. Las naciones transitan en orden por estas formas de gobierno.
Cognitive Bias. Una frase que me cuesta traducir al español. Aunque seguramente existe un término equivalente para esta suerte de falacia lógica en mi idioma. He encontrado tres veces esta misma idea en libros de la antigüedad. La primera vez leyendo "Los Comentarios sobre la guerra de las Galias" (De bello Gallico, el latín es lo máximo), obra de Julio César. Un libro que se lee como una aventura. Con una escena sublime al final en la que César, en persona, al frente de su caballería germana, sale al encuentro de los galos para lograr la victoria. Sorry, lo leí en inglés: "And of course the general willingness of people to believe what they want to believe". La segunda vez en "Anábasis de Alejandro Magno", de Lucio Flavio Arriano. Un libro que es como la "Ilíada", y no le cede en cuanto a fuerza del lenguaje. Pero en vez de girar en torno a Aquiles, naturalmente, cuenta la historia de Alejandro III de Macedonia. De nuevo, se lee como un libro de aventuras. No pasan dos páginas sin que alguien dispare una flecha. Así dice: "conjeturaban (que es lo que suele ocurrir en situaciones tales) según sus propios deseos, desconociendo la realidad". Por último, en Tucídides (un libro minuciosamente lento en mi opinión): "juzgando de acuerdo con sus deseos más que con segura previsión; pues los hombres acostumbran a entregar a una incauta esperanza aquello que desean y a rechazar con razonamientos arbitrarios aquello que no admiten con gusto".
Es interesante que la filosofía socrática empiece en el mercado, en la plaza pública, en la conversación incesante, en el debate, y termine con un hombre hablando consigo mismo, en una tienda de campaña, escribiendo un diario que ni siquiera pensaba publicar. Es como si a lo largo de los siglos el filósofo se hubiera quedado solo, sin amigos con quien compartir sus ideas. Y cuando leemos las "Meditaciones" de Marco Aurelio, en efecto, percibimos esta soledad infinita, reflejo del aislamiento de este hombre que no tiene iguales, no sólo porque es el emperador, sino porque es particularmente brillante y educado entre sus acompañantes. No tiene con quien hablar, por eso escribe. Sócrates, en cambio, que llamaba a sus discípulos amigos, no tenía necesidad de tanta página. Es también muy llamativo que sea este libro el más leído de toda la filosofía antigua. Porque nadie lee la "República" a menos que esté haciendo una investigación filosófica o algo por el estilo. Sin embargo las Meditaciones sí son leídas y citadas a menudo. En cierto sentido, en su disolución, la filosofía socrática encontró la forma en que volvería al diálogo entre amigos y filósofos.