Capitulo II.11

¿ESCEPTICISMO?

May 05, 2025
Image for Capitulo II.11

Se admite generalmente que los primeros diálogos de Platón son una exposición de la doctrina del maestro. ¿Por qué entonces las investigaciones acaban a medias? Si Sócrates tuvo resultados fijos, ¿por qué Platón no los expone? Es muy probable que la parte fundamental de la obra socrática fuera crítica, y no constructiva. Que cayeran bajo su análisis las creencias éticas populares, las ideas de los filósofos y sofistas, y las rechazara; llegando a conclusiones propias que son, de todas formas, discutibles y probables, no verdades dogmáticas. Me inclino a creer que el mayor volumen del esfuerzo socrático se ha perdido irremediablemente, pues consistió en la ironía ejercida sin descanso sobre el falso saber. A nosotros han llegado un grupo reducido de felices intuiciones, principios férreos y consejos prácticos. Todos estos elementos son importantes por sí mismos, pero puestos en perspectiva histórica, parecen disminuir bastante la talla de su creador. La obra de Sócrates palidece inevitablemente al lado de la de Platón, Demócrito, Aristóteles y tantos otros. ¿Es entonces necesario admitir su medianía intelectual? ¿Tendremos por fuerza que reconocer, que todos los que afirman que Sócrates fue uno de los siete iluminados de la humanidad, al lado de Jesús y Buda, son simplemente charlatanes? Hagamos funerales para la leyenda socrática: uno de los genios más contundentes de la antigüedad se ha esfumado. No, no es necesario el luto de toda la humanidad. Hay una explicación que parece más justa, y si alguien merece justicia, aunque sea póstuma, es él.

En la Apología de Platón aparece una anécdota que no debemos pasar por alto, si queremos dar respuesta a este dilema. Allí, Sócrates nos cuenta el veredicto del oráculo de Delfos, que lo declaraba como el más sabio de los hombres. Pero ¿cómo podía él, que aceptaba su ignorancia, ser un sabio? Para descifrar el enigma se dio a la tarea de buscar a los que se decían especialmente conocedores, y de conversar con ellos aplicando su método irónico. Poco a poco descubrió que detrás del fasto de estos hombres se escondía una ignorancia mayor que la suya. Ellos, al igual que él, nada sabían ciertamente; pero él al menos lo reconocía, mientras que aquellos se afanaban en simular que poseían un conocimiento que en realidad se les escapaba. Por esta pequeña diferencia, Sócrates era efectivamente el más sabio de los hombres. A partir de ese momento la frase “Sólo sé que no sé nada” tomó especial importancia en sus reflexiones. Ya no era una indicación negativa respecto al intelecto o imaginación propias, sino la piedra angular de la cual debía partir la búsqueda. En efecto, uno de los matices más originales de Sócrates consiste en que la ignorancia se vuelve saber. A partir de entonces profesó su ignorancia, y se esforzó porque los demás reconocieran la propia, como única forma de aprehender el verdadero saber. Se trata de obtener un “fresh start” en el campo del conocimiento. Con esta operación se eliminan los prejuicios arraigados en la mente, las concepciones prehechas y los lugares comunes de los que todos adolecemos.

Esta actitud tiene enorme resonancia en la historia de la filosofía. San Agustín y Descartes son deudores obvios de la misma; pero se puede afirmar que casi todos los filósofos de valía, han tenido en sus primeros pasos una posición similar. Del cuestionamiento crítico de la tradición surgen las nuevas ideas. Este es uno de los elementos más cautivadores del sabio ateniense, y le ha valido la admiración de todos los pensadores posteriores.

Volvamos a la Apología. Según este texto, la intención de Apolo fue exhortarlo a continuar su propia búsqueda, hasta donde las fuerzas de un hombre pudieran llegar, y ayudar a los demás a comprender que está más allá del poder de los humanos conocer cómo se debe vivir: esto es prerrogativa únicamente de los dioses. Por eso Sócrates les rogaba únicamente que le dieran el bien, pues ellos sabían mejor que nosotros en que consistía éste. No obstante, de la misma obra se deduce que no negaba la posibilidad del conocimiento. Los dioses eran los únicos que podían tener plena posesión del saber sobre el bien, puesto que entendían completamente la naturaleza humana. Desde este punto, de vista parece que su actitud era la de un escepticismo radical. Por otra parte, si esto resumiera toda su postura ¿a qué molestarse en filosofar? Además, las intuiciones y principios socráticos fueron defendidos con tal pasión, por su creador y sus discípulos luego, que sería extraño creer que no los consideraban veraces, al menos en cierta medida. Parece más correcto afirmar que, aunque el hombre nunca pudiera tener una idea del bien comparable en profundidad y universalidad a la de los dioses, sí podrían, en la medida de sus fuerzas, aprehender esta verdad parcial o incompletamente. Los diálogos platónicos de la primera etapa acaban en la incertidumbre, pero no vemos por ningún lado un Sócrates abatido, sino un pensador optimista. Aunque no se halla llegado a la ansiada definición, se ha avanzado en el camino del conocimiento. Por lo menos ahora sabemos que no es esa virtud específica. Además, del diálogo emergen tesis valiosas, e intuiciones parcialmente correctas que nos acercan a la meta final. De aquí su confianza en la capacidad de los interlocutores de alcanzar, después de una disciplinada discusión dialéctica, suelo fértil en el cual asentar ideas constructivas sobre las virtudes y la forma de llevar una buena vida; aún cuando estas tesis no tengan nunca la validación que tienen las que alberga una mente divina.

Despierta la perspicacia de los investigadores, que en un juicio entre cuyos cargos estaba la impiedad, aparezca la filosofía como una misión conferida a Sócrates por Apolo. Es cuando menos curioso este devoto Sócrates, pues contrasta con el escepticismo mostrado en el Eutifrón. En ese diálogo Sócrates parece no creer “ni poco ni mucho” en las teologías populares. Por supuesto, ante el jurado se abstiene de cualquier pronunciamiento al respecto. Puede ser que la misión divina fuese una justificación inventada por Platón, o una ocurrencia socrática nacida en el mismo momento; pero también pudiera ser parte de las creencias del sabio ateniense. Sobre esto no voy a pronunciarme.

Lo que sí parece real, más allá de los matices teológicos, es el escepticismo, o mejor, la postura crítica, que empapa toda la obra de Sócrates. Esto explicaría la aparente insignificancia de las ideas socráticas. La obra de los escépticos, por lo general, no es tan profusa como la de los dogmáticos. El Tratado del Método hubiera acabado sobre la página diez, si no se extendiera en deducciones metafísicas. La obra fundamental de Sócrates fue su actividad crítica. Este análisis y rechazo constante de las ideas generalmente aceptadas y de la tradición, era necesario para allanar el camino posterior. Es un momento clave en el desarrollo de la filosofía griega. “Y puesto que es el momento socrático el que abre el camino al problema del ser y de los principios, también él sigue siendo metodológicamente un momento irrenunciable y decisivo”[196]

En medio del huracán de sofismas que agita el mundo intelectual ateniense del siglo V ane, toda doctrina moral o filosófica amenazaba con esfumarse. Sócrates se proyecta en contra de la aceptación de la sabiduría tradicional, pero también en contra de los sofistas que traficaban con el nombre (pues a los hombres de talento, como Protágoras, los trata con reverencia). Su posición era que sólo debían aceptarse como verdaderas aquellas tesis que resistieran el ataque furibundo de la razón. Sólo después de ser sometidas al más estricto análisis lógico, de ser examinadas desde todos los ángulos por la propia inteligencia, es sensato aceptarlas. Se reafirma así el deseo de buscar la verdad a partir de la propia razón, que amenazaba con difuminarse en la cascada de razonamientos dobles. Esta firme postura fundó los cimientos de toda la reflexión posterior.

"Solo se que no se nada."
Sócrates (470 - 399 AC)

[196] Krämer, Hans, “Platón y los Fundamentos de la Metafísica”, Caracas 1996. Pag. 188.

Comentarios

Si quiere dejar su opinión...

Deje su nombre y su mensaje en el formulario de abajo.