Capitulo II.7
SOPHROSYNE

Sócrates llama sophrosyne, en primer lugar, al conocimiento de sí mismo. En ese término se encuentran reunidos la salud moral y la perspicacia intelectual. Pero además, la sophrosyne significa también el dominio de sí mismo; la fuerza de voluntad que se impone sobre los apetitos sexuales y la gula. De esta manera se identifica un tanto con la templanza. No hay palabra en castellano que abarque y unifique estos aspectos, por lo que debemos usar el griego antiguo inevitablemente. Analicemos por separado estos elementos.
Las palabras estaban grabadas en la entrada del templo de Delfos, rezaban así: “Conócete a ti mismo.” Sócrates hizo de esto lema. En una conversación con Eutidemo le explica lo que quieren decir esas palabras. Conocerse a sí mismo implica indagar cuál es el carácter, cuáles las cualidades, potencias, virtudes y defectos. En otras palabras, conocer a fondo las características del alma y el cuerpo propios. Este es un saber necesario para emprender cualquier empresa. Muchos males le vienen a los hombres de ignorarse a sí mismos. Sin embargo, el que se conoce a sí mismo sabrá qué emprender y que no.
Una de las máximas socráticas era “a tú medida hacer” (Jenofonte libro I capítulo III). Como se deduce de esta frase, Sócrates estaba íntimamente vinculado con la tradición moral que llega hasta los poetas y sabios. La aplicación de esta máxima se extendía a todo género de cosas, a todo aspecto de la vida del hombre. Para eso es necesario el autoconocimiento, para encontrar en el alma la propia medida. La introspección que este autoconocer supone, fue un elemento indispensable de la filosofía socrática. A través de la introspección se conocía la ley a la que se debía ajustar el propio actuar. Pero el conocimiento obtenido por esta vía podía extenderse más allá, pues este saber sobre uno mismo podía aplicarse al otro. El conocimiento de sí mismo es, a la postre, la fuente de todo conocimiento. La introspección seguramente dio buenos frutos a Sócrates, que confiaba en aprender así sobre los demás. El saber sobre el mundo social parece emanar de esta fuente. En manos de Platón, este análisis psicológico se transformó en un método, que llegó a profundidades insospechadas de la psiquis humana.
En el pensamiento de Sócrates no existía diferencia entre las normas que el hombre y la naturaleza seguían. Esta división que le otorga un juego de reglas al mundo y otro al espíritu humano, no se estableció hasta mucho después. Este es un elemento de la ideología de la comunidad primitiva que se mantiene. “En el sentimiento profundo de la armonía entre la existencia moral del hombre y el orden natural del universo, Sócrates coincide plena e inquebrantablemente con la conciencia griega de todos los tiempos anteriores y posteriores a él.”[171] El aporte de Sócrates consiste, en que su negativa a aceptar que sea posible lograr esta armonía, sólo por medio de la satisfacción de la naturaleza física del hombre. En concordancia con la realzada que ha sido la posición del alma, el filósofo apunta que la armonía sólo puede lograrse siguiendo de manera recta la ley que descubre el hombre indagando en su propia alma. De éste campo genuinamente propio, que es el mundo interior del hombre, deriva Sócrates una nueva fuente de afirmación del hombre frente a las crecientes dificultades que del mundo exterior proceden, así como frente a la disolución de los antiguos valores.
Su concepción del alma (sobre la que se hablará más adelante) no implicaba necesariamente su separación con respecto al cuerpo; así como su interés por cuidar el alma no implicaba un descuido del cuerpo. Lo que la superioridad del alma respecto al cuerpo sí implicaba era un estricto control de la primera sobre el otro. Y como nos dice Jenofonte, estimular el “dominio de sí” era uno de los elementos a los que Sócrates más atención brindaba, cuando educaba a un joven. Él mismo se mostraba como ejemplo, pues según cuentan se tenía en extremo “trabajado”, y era dueño de sí en todas las circunstancias. Hay una graciosa anécdota al respecto. Se cuenta que un fisonomista destacado, dijo que el rostro de Sócrates era muy sensual (otra versión dice el albergue de todos los vicios). Los que estaban alrededor, conociendo lo comedido que era, protestaron el comentario. Pero Sócrates en cambio replicó: “La tendencia era manifiesta, pero la razón ha conseguido vencerla”.
Este autocontrol no es una virtud en sí mismo. Es como la base para cualquier virtud, porque sin este autocontrol no es posible que el hombre logre ninguna virtud. En palabras de Jenofonte: “Pues de cierto ¿no debe acaso todo hombre, considerando que el dominio de sí mismo cimiento de virtud, asentarlo en su espíritu lo primero? Pues ¿quién sin eso puede aprender nunca cosa buena o valederamente ejercitarse en ella?”[172] Sólo mediante el autocontrol la razón puede liberarse de la tiranía de las pasiones y establecer su imperio, tan necesario para alcanzar las virtudes y ejercitarse en el bien.
Sócrates usaba la comparación siguiente: el hombre sin dominio de sí mismo es esclavo de sus pasiones, el hombre realmente libre, tiene dominio sobre sus pasiones. Está, como en el caso de los amigos, usando un símil que pone fecha a su pensamiento. Transporta la división entre libres y esclavos al interior del alma. Al trasladar al mundo interior del hombre la contradicción entre esclavos y libres, ésta pierde gran parte de su fuerza. No nos han llegado noticias de que Sócrates criticara la esclavitud, y es muy probable que no lo hiciera nunca. Su pensamiento es sin dudas un producto de su época, las imágenes y categorías que usaba para analizar la realidad, provenían del cuerpo social en el que se desarrolló su vida. Ahora bien, la imagen de la tiranía de las pasiones como algo negativo nos habla sobre sus creencias políticas, así como el dominio de la razón sobre el cuerpo puede identificarse con el dominio de Atenas en la Liga Délica. Esta imagen se vuelve extremadamente sugerente, al relacionarla con el fin que persigue su enseñanza. Un gobernante no debe carecer de autocontrol, y toda la educación del mismo debe girar en torno a la creación en él de la firmeza interna requerida. De lo contrario podría darse la paradójica situación de que un gobernante fuera esclavo de sí mismo. Este hombre no puede, desde el punto de vista de Sócrates, ser un verdadero gobernante.
Aquí asistimos al surgimiento de la idea de la autorregulación. “El concepto del dominio sobre nosotros mismos se ha convertido, gracias a Sócrates, en una idea central de nuestra cultura ética. Esta idea concibe la conducta moral como algo que brota del interior del individuo mismo, y no como el simple hecho de someterse exteriormente a la ley, como le exigía el concepto tradicional de la justicia”[173] En este aspecto Demócrito va paralelo a Sócrates pues éstos son los dos primeros filósofos que abordan este tema. El físico también fija la regla justa para actuar en el interior del hombre, desarrolla la idea de la vergüenza del hombre ante sí mismo. Debemos notar que para Sócrates, esta autorregulación equivaldría, significativamente, a la independencia del hombre respecto a la parte animal de su naturaleza.
Relacionado a estas ideas se halla la de la ausencia de necesidades en el sabio. La prédica de Sócrates consistía, en mi opinión, en el dominio de sí mismo, o sea, en evitar la esclavitud por los sentidos. El alma no debe verse coaccionada por el cuerpo, pues esto sería la servidumbre impuesta por la peor parte de nosotros, a la mejor y divina. No hay, al parecer, rechazo de los placeres por sí mismos. No predicaba el ascetismo, sino la moderación. Este rasgo pertenece al Sócrates histórico y está presente en muchos de sus alumnos. Algo exagerado en Platón, que lo utilizaría abiertamente en el Filebo, un diálogo de avanzada madurez además, al describir la ausencia de deseos en el sabio. Antístenes, desmesuradamente literal, lo puso en práctica durante toda su vida, y dejó esa herencia a los estoicos. No parece que Sócrates esté muy de acuerdo con la alabanza a la pobreza de los cínicos. En Jenofonte aparece igualmente, según algunos autores, por influencia del creador de la escuela cínica. Voy a citar un párrafo de un filósofo posterior a todos estos, que me parece revelador: “Viendo frecuentemente las muchas cosas que se venden en público, decía consigo mismo: ¡Cuánto hay que no necesito!”[174] El sabio debe renunciar a los deseos y aspiraciones imposibles, parece decirnos Sócrates, sólo a condición de que logre esto, y se conforme con lo que está en su poder, será feliz.
Aunque con esto, aún no pretende el total aislamiento individualista de los filósofos posteriores, y de algunos anteriores a él. El es un hombre de la polis en todo su sentido, no hay una gota de retraimiento o indiferencia por la suerte de la comunidad en que vive. Sócrates es un ciudadano apegado a su suelo como a su sustancia - y la etimología de la palabra es sumamente llamativa. Tiene un marcado interés por la política de su tiempo, sin dejar a un lado familia y amigos. Su ascetismo significaba renunciar a lo superfluo. Es una virtud que él reputa imprescindible para el hombre de estado. Tiene como función, como se explica en las Memorias – libro II capítulo I- hacer del gobernante un hombre firme, capaz de controlar las necesidades corporales cuando la situación lo exija. Sócrates, teniendo tan alta estima de la educación que impartía, no podía menos que dar el ejemplo a cada instante, con una forma de vida moderada en extremo.
"Es el privilegio de los dioses no querer nada, y de los hombres divinos querer poco."
Diógenes de Sinope (412 - 323 AC)
[171] Jaeger, Werner, "Paideia los Ideales de la Cultura Griega", La Habana 1971. Pag. 422.
[172] Jenofonte, "Memorias de Socrates", Madrid 1967. Pag. 54.
[173] Jaeger, Werner, "Paideia los Ideales de la Cultura Griega", La Habana 1971. Pag. 432.
[174] Laercio, Diógenes, "Vidas de los Filósofos más Ilustres”, La Habana 1990. Pag.