Capitulo II.6
LA AMISTAD

Tanto Platón como Jenofonte muestran a Sócrates fuertemente atraído por los bellos jóvenes, aquellos que estaban precisamente en la flor de su edad (cerca de los veinte años) cuando llegaban a la madurez intelectual, moral y jurídica. De ambas fuentes emerge la imagen de un hombre de temperamento apasionado y “erótico”, y constantemente enamorado de sus discípulos. Persigue con insistencia sin parangón a cualquier muchacho del que siente deseos, hasta hacerlo uno de sus acompañantes habituales. Pero él mismo explica su impulso hacia ellos en términos como conversar con adolescentes serios e inteligentes, hacerlos cuestionarse las virtudes y los bienes de la vida humana, y hacer aflorar en sus mentes lo mejor de sus personalidades. Está enamorado, sí, pero no de sus cuerpos, sino de sus almas.
Es preciso entonces examinar las ideas de Sócrates sobre la amistad. “Este concepto no es una simple teoría, sino que tiene sus raíces en la forma de vida socrática. La filosofía y las aspiraciones espirituales van unidas al trato amistoso con los hombres” [167] Como es lógico, tenía en alta estima la amistad. “No conoce la amistad solamente como el aglutinante indispensable de la cooperación política, sino que la amistad es para él la verdadera forma de toda asociación productiva entre los hombres. Por eso no habla nunca, como los sofistas, de sus discípulos, sino siempre de sus amigos”[168]
Afirmaba que de todas las posesiones la amistad es la más valiosa. Sin embargo, veía como los hombres dedicaban mucho más tiempo a acumular cualquier otro tipo de bienes. Ni siquiera saben quienes son sus verdaderos amigos, pero sí tienen memoria exacta de cada uno de sus bienes materiales. La comparación que hace Sócrates del valor de un amigo y el valor de un esclavo, pudiera parecer algo burda a nuestros ojos, pero en su época el símil no carece de sentido. Al igual que los esclavos la amistad tiene un precio. Si el amigo es bueno, al igual que ocurre con el esclavo, su precio será alto y nadie querrá venderlo. De forma que conviene a cada cual tratar de valer lo más posible para los amigos. Todos estos razonamientos que nos transmite la pluma de Jenofonte, están en perfecta concordancia: la comparación de la amistad con un bien material, luego con un esclavo y tratar de averiguar su precio. Son una serie de comparaciones que sitúan históricamente a Sócrates como miembro de una sociedad esclavista y comercial. Allí donde el hombre mismo tiene precio, nada impide que se valore en monedas un afecto como la amistad. Máxime cuando al ser considerada útil la amistad es susceptible de ser comercializada. De hecho, la utilidad es uno de los valores que exalta Platón en el Lisis, diálogo específicamente dedicado al tema. La utilidad parece uno de los presupuestos del mismo, que nunca cae bajo el análisis crítico de Sócrates. La amistad se construye sobre el mutuo provecho de los hombres, y se requiere ser útil a los demás para tener amigos. Otro pilar de la amistad es el conocimiento. Es necesario llegar a ser “entendido” para que los padres y los que estén próximos te consideren bueno y provechoso. Dentro de la racionalista ética socrática, el afecto amistoso descansa en el fondo práctico y el saber. En el diálogo que al que he hecho referencia, y que se considera el primer tratado sobre la amistad, el deseo por la otra persona se analiza sólo en el último momento. Se hace énfasis sobre todo en que se busca la amistad debido a alguna falta dentro de nosotros. La amistad sirve para solucionar esta carencia, y sólo mientras nos acerque a la consecución de nuestro bien final.
Lo que hace a Sócrates un maestro muy original de la amistad es el acento que pone, cuando se elige a un amigo, en su valor intrínseco. O sea, en cualidades como su temperancia y agradecimiento (esto lo resalta Jenofonte). Queda claro, además, que sólo los buenos pueden ser amigos. Los malos no pueden tener amistades entre ellos, ni con los hombres de bien (las fuentes son unánimes al respecto). El hombre que sea de buen trato, y que con otros amigos haya demostrado virtudes, será un buen amigo. Pero aún hay que ganárselo y Sócrates también nos dice cómo.
Primero hay que “recitarle encantamientos” a los hombres para hechizarlos. Pero los que se usen han de ser tales que no se puedan tomar como burlas. No se debe adular a los amigos, pero si decirles cosas agradables de oír para alimentar su ego. Es notable la penetración de Sócrates en estos asuntos. En mi experiencia, las personas (e incluyo al que escribe) no se comportan de manera estrictamente lógica. Somos, por lo general, muy emotivos, cargados de prejuicios y vanidades de segunda. Una crítica hace arder el alma, al punto que muchas veces es lo único que se recuerda de alguien. Un elogio en cambio, puede hacer variar toda nuestra imagen de un conocido.
Hay en Sócrates otro método para ganarse amigos, le dejo la pluma a Jenofonte: “Me parece, Sócrates, que vienes a decir que, si hemos de conseguir algún amigo bueno, tenemos nosotros mismos que hacernos buenos para él en palabras y en obras. Y ¿es que tú creías –dijo Sócrates – que era posible, aún siendo malo y vil, ganar amigos valiosos?”[169] Quien quiera que otros sean buenos para él, debe empezar por ser él mismo bueno con los demás. Este principio se ha entronado como máxima en la ética, y quizás ésta sea una de sus primeras formulaciones desde la filosofía. Sólo si se entrega amor se recibirá a cambio amor. En otro capítulo Jenofonte nos trasmite (libro II capítulo III) que para que un amigo nos ayude y convide, hay primero que ayudarlo y convidarlo a él. Todo ese parlamento es una ejemplificación de lo anterior.
No está, eso sí, dentro de su arte hacer que los hermosos se queden quietos. Por eso huían los hombres de Escila, porque quería echarles mano. Sin embargo, quedaban enamorados de las sirenas que a nadie trataban de atrapar y a todos les cantaban de lejos sus hechizos. Esto quiere decir que no es un método para hacer conquistas amorosas. Se trata de conquistar amigos simplemente y Sócrates dedica gran pasión a esta “caza mayor”: “porque es de ver con qué destreza y furia, a los hombres de que me entra al ansia, allí estoy entero lanzado a eso de, a fuerza de quererlos, hacerme querer de ellos, y a fuerza de sentir su falta, hacerles sentir la mía, y con desear su compañía, lograr que sea mi compañía deseada.”[170] Aquí, de paso, nos da otra lección. Pero ¿cómo es posible que este hombre, que se autotitula filósofo del amor, no conozca los encantamientos para enamorar a los de cuerpo hermoso? Alguna pista nos da en Lisis, donde afirma que al enamorar a un joven, no se le debe alabar. Puesto que de esa manera se aumenta el ego y se hace más difícil la conquista. Por el contrario, se debe hablar con el mismo de manera que ponga en evidencia sus puntos débiles. Y mostrándole cuando puede uno ayudarlo a superar estas deficiencias.
Sócrates, en mi opinión, entiende el amor de forma amplia, y este concepto se identifica con la amistad. Esto explicaría porque considera que entre los hermanos hay una especie de amistad –Memorias libro II capítulo III. Así como en el Lisis, no parece hacer distinción entre el afecto que surge en los vínculos familiares, y los amigos exteriores a la parentela. La identificación de los afectos familiares con la amistad implica, me parece, la identificación de los conceptos de amor y amistad. Si quedaran dudas, se puede apuntar que la situación que da lugar a la discusión sobre la amistad, es precisamente la pasión amorosa de Hipotales por el niño. Según Antonio Gómez, los términos que usa Platón en el Lisis para amistad y amor, pueden usarse indistintamente para cualquiera de los dos sentimientos. O mejor, los dos corresponden a la palabra amor en dos acepciones distintas: amor de benevolencia y amor de concupiscencia. En ese diálogo Platón estuvo muy cerca de formular la definición clásica de la amistad; esa que reza que la amistad es también amor, pero amor correspondido. No se llega a la misma por la exótica objeción de que nos llamamos amigos de cosas como los caballos y el vino, sin que se pueda esperar reciprocidad de ellos. Hoy simplemente decimos que somos aficionados a estas cosas, y no amigos de las mismas. Platón no disponía, por lo visto, de otro término, y su pensamiento queda inevitablemente apresado en las redes del lenguaje. Volviendo al tema principal, ambos afectos se hallan fundados en el saber y la mutua utilidad. Sólo entendiendo el amor y la amistad entre los hombres como la amalgama capaz de unir a los mismo y hacerlos felices, se explica cabalmente la conducta de Sócrates; conducta que le valió el título de “el más justo de los hombres” en la antigüedad. Es difícil precisar la posición de Sócrates respecto al amor, pues los diálogos platónicos que más detalles dan sobre el tema, expresan más la opinión del discípulo que la del mentor. Jenofonte, por otra parte, no se ocupa conceptualmente del asunto. La opinión expuesta en este párrafo, no pasa de ser una suposición verosímil; una hipótesis que quizás nunca pueda ser probada con total certeza.
"Sé amable, porque todos los que conoces están peleando una gran batalla."
Filón de Alejandria (20 AC - 45 DC)
[167] Ibídem. Pag. 436.
[168] Jaeger, Werner, "Paideia los Ideales de la Cultura Griega", La Habana 1971. Pag. 438.
[169] Jenofonte, "Memorias de Socrates", Madrid 1967. Pag. 84.
[170] Ibídem. Pag. 87.