Yo no soy una víctima. Me rehúso a ser una víctima.

La mentalidad de víctima se ha vuelto prevalente en la cultura de los últimos años.

October 04, 2025
La muerte de Sócrates, por Jacques-Louis David (1787)

La mentalidad de víctima se ha vuelto prevalente en la cultura de los últimos años. En un país donde todos se quejan de su suerte - el pobre de las magras raciones que le dio el destino, el rico de los taxes, el político negro de la policía y la políca del poítico y de los negros, el latino de las leyes y también de los inmigrantes, el de izquierda de los nazis y los de derecha de los comunistas - hasta el presidente lloriquea de las supuestas injusticias de las que es víctima!

Y es que detrás de todo esto, de este griterío ensordecedor que enarbola banderas de justicia, se oculta algo bastante más tenebroso. La víctima tiene derecho a vengarse de sus opresores imaginarios, de usar la violencia si hace falta e incluso cuando no es necesaria. Es esta estructura de permisos, que autoriza los excesos de cualquier índole, lo que realmente se esconde detrás de la mentalidad de víctima. La víctima se puede convertir, como por una movida de Jiu Jitsu, en victimario, sin que recaiga sobre ella la condenación social. Al contrario, a menudo son tratados como héroes. La revolución socialista, que marcha acompañada por un carnaval de esqueletos, es justa no importa cuántas injusticias cometa. Es toda una fiesta para los asesinos y criminales; donde toda calaña florece y se encumbra.

Todos tenemos razones sobradas para quejarnos de la vida, y yo mismo no menos que los demás. Pero no los voy a aburrir con la letanía de injusticias, abusos y desgracias que he padecido. Como nos dice Marco Aurelio en su diario: "Que nadie te escuche quejarte de la vida. Ni siquiera tú mismo." La mentalidad de víctima es contraria a la filosofía estoica. Todas las sectas socráticas, en realidad, hubieran denunciado esta perversión del carácter como extemporánea. Quién sino Sócrates hubiera tenido oportunidad de quejarse amargamente de la acusación y subsiguiente condena?! Pero ni siquiera cuando debía por fuerza empinarse una copa de cicuta, se quejaba el sabio. Reprendía en cambio a sus acompañantes de esta forma: "¿Qué es lo que hacéis, hombres extraños? Si mandé afuera a las mujeres fue por esto especialmente, para que no importunasen de ese modo, pues tengo oído que se debe morir entre palabras de buen augurio. Ea, pues, estad tranquilos y mostraos fuertes." La Apología de Sócrates acaba con esta frase: "No tengo nada más que decir. Ya es la hora de partir: yo a morir, vosotros a vivir. ¿Quién va a hacer mejor negocio, vosotros o yo? Cosa oscura es para todos, salvo, si acaso, para el dios."

Yo voy a tomar las cartas que el destino me ha dado, las buenas y las malas, y voy a jugar con ellas pegadas a mi pecho.

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